Fanzine Memento Mori #1
Este viernes 7 de Junio Francisco Serrano y John Tones estarán firmando sus libros y repartiendo amor en la Caseta 52 (La Central) de la Feria del Libro de Madrid. Y para celebrarlo aquí colgamos en PDF el Fanzine Memento Mori #1, que lanzamos en edición limitadísima de 100 ejemplares para los compradores en preventa de los dos primeros libros.
Textos inéditos de los autores, los prólogos de Santi Pagés y Absence, dibujos originales de Guillermo Mogorrón, Antonio Frías, Pedro Toro, Marcos de Diego, Mario Trigo y con portada de Mireia Pérez.
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Firmas en la Feria del Libro de Madrid
Este viernes 7 de 12h a 14h nuestros autores estarán firmando en la caseta nº52 de la Feria del Libro de Madrid. Obsequiaremos a los asistentes con dos relatos inéditos de los autores y un almuerzo campestre. Muchas gracias a la librería La Central por dejarnos llenar su caseta de glamour ese día.
Explorando las literaturas de género.
En la primera charla del ciclo, titulada Literatura de Videoclub, participó uno de nuestros autores, John Tones, acompañado por el crítico de cine Noel Ceballos. |
El ciclo se cerrará el viernes 5 de abril, con la participación de otro de nuestros autores, Francisco Serrano, y Santi Pagés, amigo de la editorial y analista cultural. Ambos especializados en eso de escribir sobre planetas inhóspitos, aerodeslizadores, muerte y pasión más allá del universo conocido.
Todas las charlas se sucederán en El Garito de La Central de Callao, acompañadas por la exposición de Los fabulosos Teykerman, de Pedro Villarejo. Editados por la editorial amiga ¡Caramba! de Manuel Bartual y Alba Diethelm.
Nuestros autores andarán siempre cerca para firmar ejemplares de sus libros: Perros del desierto y Nigromancia en el reformatorio femenino.
Vamos, que no te lo puedes perder. Aquí la programación completa.
El Dr. Zito y los perros del desierto
Por Santi Pagés
Quizá recuerdes aquellos libros
pequeños, de papel basto, mancillados por el lomo, que tu padre o tu
Tío Miguel solían leer en verano, esperando el autobús, viajando
en metro, libros del oeste o del espacio, con portadas de colores
desleídos, repletas de villanos armados, de muchachas rebosando
escotes turgentes o de hombres perseguidos en escorzo, con títulos
fabulosos como La embajada del miedo o La muerte elige,
escritos por autores de nombres vagamente anglosajones como Curtis
Garland o Silver Kane. Aquellos eran los bolsilibros o libros “de a
duro” y en realidad estaban escritos por personas que habían
nacido en Oviedo o Barcelona, que se apellidaban Muñoz o González,
escritores de velocidad y al peso que por orden editorial parían
cuatro o cinco novelas al mes porque en ello iba el pan de sus hijos,
estajanovistas de las letras que se embarcaban en un teclear
incansable que les hacía viajar de un pueblo polvoriento de Texas a
las superficies brillantes de Ciudad Omega o la destartalada oficina
de un comisario, un tal Méndez.
Perros del desierto es sin duda
una novela heredera de aquellos febriles bolsilibros. Sin embargo, su
autor, Francisco Serrano, que como ves ha renunciado a cambiarse el
nombre por el de Frank Sierra por ejemplo, ha llevado los mimbres de
esa literatura (con minúscula) mucho más lejos, mucho más fuerte,
casi en un salto al hiperespacio. Decía el añorado JG Ballard en
sus memorias que a todo padre le llega el momento de aceptar que su
hijo se ha convertido en mejor persona que él. Y eso, mejor escritor
en este caso, es lo que al mirar a Fran (me niego a llamarle
Francisco) habrán de aceptar gentes humildes como Kane o Garland,
pero también muchos de los arrogantes que se empeñan en adjudicarse
la administración del término “Literatura” (con mayúscula).
Porque Perros del desierto no es
literatura burguesa. En sus páginas no aprenderás quienes fueron
los constructores de las catedrales ni encontrarás personajes que te
ayudarán a conocerte a ti mismo. Puede que en todo caso, entre los
secarrales y las planicies del desértico planeta sin nombre en el
que se desarrolla su trama, descubras que el mundo, este y
cualquiera, es un lugar caótico e impredecible. Es probable que
vislumbres también un universo repulsivo y atrayente en el que
querrás quedarte, del que querrás saber más, del que no querrás
marcharte, como han conseguido desde siempre las mejores historias de
aventuras y las narraciones extraordinarias. Y es seguro que durante
su lectura descubrirás el talento candente de un escritor nato del
que hasta ahora no habías oído hablar.
Fran Serrano es un dingo. Un perro
salvaje del desierto australiano. Lleva ahí fuera mucho tiempo,
oliéndote, vigilándote, sin que tú lo hayas notado. Dicen que a
los dingos no hay que mirarles a los ojos si te cruzas con uno de
ellos. No les gusta. Se sienten amenazados. Se vuelvem violentos. Y
algo así le ocurre a Cruz, el protagonista de Perros del
desierto, cuando lo acorralan. Yo te pediría sin embargo que
mirases a Fran a los ojos, que no desvíes tu mirada de esta historia
que te propone. Porque como decía más arriba, uno de sus logros es
el de haber tomado las virtudes del bolsilibro –el arrojo, la
construcción ardiente, la inmersión en el género- y haber
descartado sus defectos –los giros manidos, el descuido en la
forma, los clichés - para crear algo nuevo, una literatura certera,
de una prodigiosa densidad narrativa, con un vocabulario insólito,
con una economía del lirismo que hace que cada una de sus imágenes
y metáforas te perforen como una bala. Por eso no importa si no
conoces los bolsilibros. Por eso tampoco importa si no te fijas en
las influencias de Lovecraft, Cormac McCarthy o Dashiell Hammet.
Porque Perros del desierto se sostiene por sí misma. Es una
novela áspera, violenta y seca como el mejor hard-boiled,
pero de un estilo exuberante como la flor encarnada y breve de un
cactus de Sonora. Cuando termines de leer Perros del desierto,
notarás en la boca un sabor a arena, los ojos alucinados, darás la
vuelta al libro y examinarás su contraportada mientras piensas
“Quiero más.”
(Prólogo a Perros del desierto de Francisco Serrano, incluido en el Fanzine "Memento Mori #1". La ilustración de Marcos de Diego también aparece en dicho Fanzine)
Enyd Blyton goes to Hell
Dibujo de Guillermo P. Mogorrón |
Por Absence
En una escena de esta briosa novela
(tranquilos, sucede en el segundo capítulo), una jovencita lee un
tebeo de terror y acaba perdida en el elíptico espacio entre viñetas
mientras la realidad se altera a su alrededor. La historieta no se
cita pero es un clásico tan reconocible como indiscutible: Jenifer
de Bruce Jones y Bernie Wrighston, publicada en la
páginas de un viejo Creepy de 1974. Treinta años más tarde
otro maestro de lo macabro, Dario Argento, adaptaría ese
mismo relato como parte del proyecto televisivo Masters of Horror.
Una de las películas más fascinantes del director italiano es
Suspiria, genuina catedral del terror puro e
inexplicable cuya acción se localiza en un internado para
estudiantes de ballet. Hablar de catedral no es gratuito porque
Argento hace del edificio una verdadera arquitectura del Mal, una
construcción maldita cuyas paredes se empapan de perversidad para
escupir luego maldad a quienes la habitan. En Nigromancia en elreformatorio femenino también se alza una construcción maléfica
sospechosa de alimentarse del mal rollo, sólo que no es una escuela
para chicas con tutú sino un antiguo psiquiátrico reconvertido en
prisión experimental para muchachas menores de edad que han paseado
por el lado salvaje y deben pagar el precio de su aventura. Y no nos
engañemos, las chicas de reformatorio son por definición carne de
pulp y bajo instinto.
Este intrincado laberinto que va del
viejo Creepy a la mítica de la bad girl pasando por Argento y
las arquitecturas del mal es casi un acto de amor y una marca (al
rojo vivo) muy propia de John Tones, y no es el único paseo
por la subcultura mutante que regalan sus páginas. Otra chica será
abducida por el viejo celuloide de serie b de Carnival of
Souls, oscura y poco reconocida influencia de George
Romero a la hora de reformular el cine de terror moderno con su
Night of the Living Dead. Una tercera jovencita
sucumbirá a lo sobrenatural escuchando punk en su walkman, aunque
aquí la cita no es tan concreta y se debe contextualizar a la furia
que amparó el punk norteamericano de principios de los 80. Ahora que
lo pienso, punk y pulp estaban destinados a encontrarse más allá de
la fonética, o quizá por eso. Punk y pulp apelan a lo inmediato y a
dejarse de monsergas, a la descarga eléctrica de dos minutos y al
relato febril de cien páginas, sin ornamentos ni florituras,
entregándose al acople y la distorsión. En cierta forma, el buen
relato pulp debe propiciar algo parecido a bailar pogo: no dar tregua
ni respiro durante el frenesí de la lectura.
Tebeos de miedo, cine de bajo
presupuesto y punk supersónico son tres de las columnas que más que
sostener alimentan al autor de esta honesta novelita de terror. Falta
una cuarta, pero aquí no viene a cuento. Cuando hace ya un par de
décadas John Tones decidió despojarse de su identidad real
alterando el nombre de un mito del cine porno seguramente desconocía
que se estaba condenando a escribir literatura breve y popular.
Cuando alguien opta por dedicarse a la escritura y firmar con un
pseudónimo como ese, más pronto que tarde el bolsilibro llamará a
su puerta. Probablemente a medianoche. Si John Tones hubiera nacido
en la época dorada de Bruguera y Toray, viviría encadenado a una
máquina de escribir. Bueno, seguramente la realidad no sea tan
diferente y sólo cambie el utensilio para la escritura y no la
condena. Escribir para vivir pero también por gusto. Mala vida la
del pulp. Mala vida la del punk.
Cuando al principio he trazado un
sinuoso sendero plagado de referentes al tebeo y el cine de serie b,
temo haber llamado a engaño. Quizá apelar a la cita pop de culto y
de género les haga sospechar que Nigromancia en el reformatorio es
un pastiche posmoderno, una recreación idealizada de la literatura
pulp. Tampoco puedo negarlo porque a estas alturas no puede ser de
otra forma; pero, y ahí está la gracia, John Tones antepone el
respeto a tópicos y códigos y está libre de irritante
pretenciosidad autoral. No debe ser cosa fácil cuando uno se propone
hacer desfilar ante el lector peleas en las duchas de un
reformatorio, chicas que se revuelcan y estiran de los pelos, sexo
lésbico por debajo de la edad legal, monstruos, pozos, pasadizos
secretos, rituales con encapuchados, sectas, referencias al asedio de
Waco, trampas, despistes y la necesaria resolución final apresurada
porque ya no queda más sitio donde escribir.
No debe ser cosa fácil, no, que tamaño
festival, y encima comprimido, acabe por funcionar tan bien. Una de
las claves es que Tones en ningún momento comete la torpeza de
impostar el estilo añejo del pulp original, a menudo cargante, y
apela a otras vibraciones narrativas. Hubo un momento de la lectura
de Nigromancia en el Reformatorio en el que me sentí tan
feliz como cuando leía aventuras juveniles de Enid Blyton o
de aquellos Tres Investigadores que visitaban a Alfred
Hitchcock. Incluso tan feliz como cuando veía episodios de
Scooby Doo. Sólo que aquí, en vez de adolescentes en
bicicleta adictos a la limonada se erigen féminas combativas,
tatuadas y tan feroces como las del final de Death Proof.
Sí, por difícil que parezca Tones consigue ser fiel a la tradición
al mismo tiempo que es honesto consigo mismo, y eso implica también
un festival de hostias como panes. No podía ser de otra manera.
(Prólogo a Nigromancia en el reformatorio femenino de John Tones, incluido en el Fanzine "Memento Mori #1". La ilustración de Guillermo P. Mogorrón también aparece en dicho Fanzine)
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